Primeras Anotaciones Musicales
Canto mozárabe:
Las músicas que acompañaban la liturgia visigoda no se escribían, por lo que no han llegado hasta nuestros días. Pero a partir del siglo X los mozárabes comenzaron a anotar signos musicales junto a sus textos litúrgicos. Su notación era adiastemática, es decir, que no precisaba la altura de los sonidos. Hacia 1500 el Cardenal Cisneros reorganizó en la catedral el culto, mandando escribir nuevos cantorales. A pesar de su intento, la música no reflejaba la de hacía 700 años. Apenas unas cuantas melodías pueden ser consideradas ‘auténticas’.
Dominus Regnavit es una de ellas y se trata de un Prelegendum (latín: pre-legere), un canto de inicio, antes de las lecturas. Por su reiteración de la palabra alleluia, también es llamado Alleluiaticum. Lo forma un salmo en forma antifonal (a dos coros que alternan los versículos). La antífona se trata de una sentencia bíblica repetida tras cada alternancia de los versículos. Más tarde el canto del salmo pasó a ser un versículo con la repetición de la antífona en la segunda parte.
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En este prelegendum aparecen el melisma y el canto silábico. El melisma es un grupo de cinco o seis notas que son cantadas sobre una sílaba. En el canto silábico, sólo se canta una nota por sílaba.
Pater Noster, otra de las melodías que se pueden considerar como auténticas, pertenece al ordinario de la misa, siendo siempre igual, sin importar la fecha. Su forma es letánica, es decir, que el sacerdote canta las frases de la oración y el coro le responde con un ‘amén’.
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Gustate et videte es un canto ‘ad accedentes’ (latín: a los que acceden), que acompaña a los que van a comulgar. Pasó a ser un canto para todo el año por el Cardenal Cisneros.
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Canto gregoriano:
Los códices más antiguos fueron encontrados en territorio franco, que utilizan textos de la liturgia romana, importados en tiempos de Carlomagno, sobre la segunda mitad del siglo VIII. El Papa Gregorio Magno (590-604) facilitó su difusión.
Viderunt omnes se trata de un canto entre la primera y segunda lectura (epístola y evangelio) en el que el solista entonaba un responsorio que se llamó gradual. Estos son muy elaborados y melismáticos y se cantan en grandes fiestas, como la Navidad.
Los modos eclesiásticos:
Su estructura es la de una escala diatónica, permitiéndose sólo el si bemol como nota alterada. Existen cuatro modos principales o auténticos, de los que se derivan otros cuatro, los plagales.
Finalis es la primera nota (sobre la que se estructura el modelo auténtico y su plagal) y Repercusio es la siguiente más importante (la dominante o cuerda de recitación, en torno a la que se organiza la melodía).
En los auténticos la Repercusio está una 5ª por encima de la Finalis y en los plagales una 3ª por debajo de su auténtico.
La nota ‘si’ a veces se ponía bemol, para evitar el tritono fa-si, al que llamaban ‘diabulus in musica’ (diablo en la música).
Estos ejemplos muestran la notación gregoriana. Se llaman tetragramas y están compuestos por cuatro líneas:
Las claves (de do o de fa) podían estar situadas en segunda, tercera o cuarta línea:
En esta imagen podemos ver la notación primitiva (a la izquierda de cada recuadro), la notación gregoriana actual (en el centro de cada recuadro) y la notación moderna (a la derecha de cada recuadro):
Los neumas son los signos utilizados para anotar los sonidos en la música gregoriana. Junto a los neumas simples, existen también los compuestos:
También existen los neumas especiales, que requieren una ejecución concreta y especial para los diferentes casos:
También destacó la ‘identidad de las octavas’, ordenándolas de graves a agudas: Graves, Acutæ y Superacutæ. Además de esto, Guido d’Arezzo dio a los neumas forma de ‘cabeza’, para indicar el lugar exacto en el que debían sonar.
Otro monje anterior a Guido d’Arezzo, llamado Hucbaldo (840-930?) del monasterio de San Amado, en Tournay, ya había propuesto una forma de escribir las notas musicales, sobre la que se basó Guido d’Arezzo. Hucbaldo trazaba dos líneas a una distancia de quinta (Fa y Do) y les puso dos colores: rojo y amarillo, como posteriormente también hizo Guido d’Arezzo.
El himno de San Juan Bautista a partir del cual Guido d’Arezzo dio nombre a las notas musicales, lo podemos ver en esta imagen:
Texto y Traducción:
Ut queant laxis - Para que puedan
Resonare fibris - Con toda su voz
Mira gestorum - Cantar tus maravillosas
Famuli tuorum - Hazañas estos tus siervos
Solve polluti - Deshaz el reato de
Labii reatum - Nuestros manchados labios
Sancte Ioannes - ¡Oh, bendito San Juan!
Guido d’Arezzo representó la altura de los sonidos gracias a un dibujo, conocido como la mano guidoniana:
Cada parte de la mano y la altura de los dedos era un sonido (de las veinte notas que había en el sistema). Señalando la parte de la mano que correspondiera a cada sonido, cantaban la escala. Para hacer intervalos, hacían saltos. Servía a los cantores como regla mnemotécnica. (La combinación de letras y sílabas permitía localizar un grado determinado dentro de la gama.)
La posición de las notas ha variado a lo largo de los años. En este ejemplo las notas se sobreponen mentalmente sobre las articulaciones y yemas de los dedos de la mano izquierda. Así, «gamma ut » es la yema del pulgar, «Re» está en el interior del nudillo del pulgar, «Mi» es la articulación de la base del pulgar…
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